...me desperté a tu lado, no quisiste que nos fueramos.
Me pregunté porque no lograba moverme y al mirar mi cadera noté tus fabulosas piernas sobre mi; pesadas, gruesas... me estabas tomando de la mano. Acaso no querías que te dejara? De pronto creí que me hundía en el colchón, el vértigo me hizo dar un salto y al sentirme presionaste fuerte mi mano y tus piernas contra mi cuerpo.
Cerré los ojos y en cuanto los abrí, tenía en la mano el encendedor. Sí! el mismo con el que me hice la peculiar cicatriz en la mano; te miré recostado, inmóvil...
Comencé a recorrer el rededor de la cama, tomando una orilla de la sábana y colocándola en la flama del encendedor, no estaba realmente segura si funcionaría el alcohol de la botella que llevábamos, pero de cualquier forma la rocié en la alfombra.
La sábana comenzó a extender las ligeras flamas, y tuve que dar un salto para regresar a tu lado. La cabecera aún no había sufrido daño, así que me acerque a las almohadas y me senté sobre una de ellas, era mi isla en el mar de llamas que comenzaba a consumirte.
Abracé mis rodillas y las acerque con gran fuerza a mi pecho, descubriéndote fijamente. El sudor comenzó a recorrer mi cuerpo y sentía como se sonrojaba mi piel por el calor. En tus lentes destellaban maravillosamente los colores del fuego. El crepitar del edredón y la alfombra me hacían recordar los clamados de placer emitidos momentos atrás... Afuera me distraían los golpes en la puerta con insistencia, pero no lograba escuchar lo que gritaban.
El olor de tu bello quemándose me hacía sentir tranquila, segura... Cuando tu piel comenzó a reaccionar ante el ataque de las llamaradas te levantaste lentamente como si todo estuviera en orden, esquivaste un poco los lugares más encendidos y te paraste cerca de la puerta, era un cuarto de hotel, así que no había gran espacio hacia donde ir.
Me gritabas con ternura suplicante que me moviera, pero no quería hacerlo, quería estar ahí y que el fuego consumiera cada parte de piel que habías besado, cada rincón que tus manos suaves habían acariciado.
Lo ultimo que recuerdo es tu mirada de tristeza, porque sabías que no querría ser rescatada, que no quería que salieras lastimado sólo por mi.
Lo único que deseaba era volverme cenizas en esa cama, dónde por primera vez
Me pregunté porque no lograba moverme y al mirar mi cadera noté tus fabulosas piernas sobre mi; pesadas, gruesas... me estabas tomando de la mano. Acaso no querías que te dejara? De pronto creí que me hundía en el colchón, el vértigo me hizo dar un salto y al sentirme presionaste fuerte mi mano y tus piernas contra mi cuerpo.
Cerré los ojos y en cuanto los abrí, tenía en la mano el encendedor. Sí! el mismo con el que me hice la peculiar cicatriz en la mano; te miré recostado, inmóvil...
Comencé a recorrer el rededor de la cama, tomando una orilla de la sábana y colocándola en la flama del encendedor, no estaba realmente segura si funcionaría el alcohol de la botella que llevábamos, pero de cualquier forma la rocié en la alfombra.
La sábana comenzó a extender las ligeras flamas, y tuve que dar un salto para regresar a tu lado. La cabecera aún no había sufrido daño, así que me acerque a las almohadas y me senté sobre una de ellas, era mi isla en el mar de llamas que comenzaba a consumirte.
Abracé mis rodillas y las acerque con gran fuerza a mi pecho, descubriéndote fijamente. El sudor comenzó a recorrer mi cuerpo y sentía como se sonrojaba mi piel por el calor. En tus lentes destellaban maravillosamente los colores del fuego. El crepitar del edredón y la alfombra me hacían recordar los clamados de placer emitidos momentos atrás... Afuera me distraían los golpes en la puerta con insistencia, pero no lograba escuchar lo que gritaban.
El olor de tu bello quemándose me hacía sentir tranquila, segura... Cuando tu piel comenzó a reaccionar ante el ataque de las llamaradas te levantaste lentamente como si todo estuviera en orden, esquivaste un poco los lugares más encendidos y te paraste cerca de la puerta, era un cuarto de hotel, así que no había gran espacio hacia donde ir.
Me gritabas con ternura suplicante que me moviera, pero no quería hacerlo, quería estar ahí y que el fuego consumiera cada parte de piel que habías besado, cada rincón que tus manos suaves habían acariciado.
Lo ultimo que recuerdo es tu mirada de tristeza, porque sabías que no querría ser rescatada, que no quería que salieras lastimado sólo por mi.
Lo único que deseaba era volverme cenizas en esa cama, dónde por primera vez
hicimos el amor...